sábado, 2 de enero de 2010

Vuelta a casa por Navidad

Después de nueve meses, he vuelto a casa...
Madrugué el día 27 tras dormir cuatro horas y nos hicimos al camino. La ilusión y las ansias fueron acentuándose a cada kilómetro recorrido. Llegó el momento en el que leímos Comunitat Valenciana; comencé a ponerme nerviosa, más aún cuando pocas horas después logré ver el cartel de Província de Alicante.

El corazón volvió a acelerarse, las manos comenzaron a sudarme y yo comenzaba a sentir una mezcla de sentimientos: ansiedad, anhelo, ilusión... no veía la hora de llegar. Pero los minutos se apresuraban en el reloj y la temperatura subía a cada metro recorrido que nos alejaba de Barcelona y nos acercaba a nuestro destino (y es que salimos de Mataró con 3º y llegábamos a Alicante con 18º).


Reconocí las montañas cercanas a Benidorm y estaba loca por bajar, por llegar a casa de Sara y reencontrarme con mis alicantinos -& Company- tras tanta ausencia (no podemos llamarlo así porque SIEMPRE os he llevado comigo allá donde he ido).

Por fin bajé del coche y piqué al timbre. Al subir, Lumi me abrazó con emoción diciéndome las ganas que tenía de abrazarme... fue el primer indicativo de que había vuelto a casa. Al rato, llegaron Adry e Isa. Me sentía tan nerviosa que no podía creerlo: ¡pasé tantos meses anhelando ese momento!. Les estuve explicando las ocurrencias de Sofía y las convocatorias de las pruebas, mientras esperábamos que llegase Sara a su casa sin saber que estábamos allí para sorprenderla por su cumpleaños, que había sido el 22 de Diciembre, sí: el del Gordo de la Navidad.


Y apareció Sara con Iván, y la felicidad de sentarnos de nuevo todos juntos tomó forma.
Tenía ganas de llorar... ¡si sospecharan siquiera cuánto les he echado de menos! tantos momentos, tantas horas y días, tantos meses, y me veía ahí como en un sueño, como si no fuese yo la que en verdad estuviera allí, sólo lograba pensar qué maravilloso era estar así, de esa forma con ellos. Me sentía tan feliz, tan llena, tan YO como hace tiempo... los iba mirando a ratos y aún así no lograba creerlo del todo. Me sentía emocionada y con tremendísimas ganas de echar a llorar de alegría. Sara también se iba asomando de vez en cuando y me miraba. Dejé de estar nerviosa después de dos horas.

Luego salimos a tomar algo, y después de que la camarera patosa del lugar le tirase por encima mi coca-cola a Adry, fuimos a sorprender a Pepa, mi abuela "postiza". Llegué con Adry a la casa, en aquella donde más he compartido y es mi sinónimo de hogar... me senté en el sofá, apenas a dos metros de Pepa, que ni advirtió mi presencia. Fue entonces cuando le dije "buenas noches, señora" y ese instante dio paso a un abrazo fuerte y comencé a explicarle mi año en Barcelona y, estando allí sentada y hablando con ella como anteriormente, es cuando supe de cierto que había vuelto a casa.

Cuando me fui a dormir subí la persiana, no quería estar a oscuras, porque si abría los ojos mientras el sueño llegaba, quería ser consciente de que era verdad: estaba en Alicante, estaba en casa y al despertar y abrir los ojos por la mañana, vería que aún estaría allí... sin que nada hubiese cambiado. Estiré los brazos, respiré hondo y me dormí...