martes, 27 de abril de 2010

¡Cuánto tiempo, Peter!

Déjame que te diga de nuevo, porque no volveré a ir contigo...
Nos pasábamos el día volando en Nunca Jamás, repletos de ilusiones y pensamientos alegres, sin preocupaciones; todo era maravilloso y tierno. Pero ese tiempo de infancia ya pasó, al menos para mí.
Una de aquellas veces, al volver a casa, desapareciste persiguiendo tu sombra y no te detuve; simplemente cerré la ventana y permití que te fueras. Y es así como las vivencias se volvieron enseñanzas y recuerdos, guardados con especial cariño.
Y es que uno de mis pensamientos más alegres -una vez pasados mis trece- fue CRECER y dejar de estar tan desubicada, de sentirme tan inestable y poder encontrar un equilibrio (puse mi esperanza en ser capaz de evolucionar, en el cambio). Tenía y tengo suficiente polvo de hadas como para regresar a Nunca Jamás si así hubiese querido o quisiera, pero preferí no hacerlo, y es gracias a que siempre guardé esa magia, que hoy puedo compartirla con una niña muy especial (y en breve, una más se unirá cuando crezca un poco).

Yo no soy como tú, Peter: yo no quiero alzar vuelo olvidando mis raíces y el mundo al que pertenezco, ni cediendo mi tiempo con mi gente (sean del punto geográfico del que sean). Pero no te entristezcas, porque tampoco soy como Garfio: hace tiempo que perdí el miedo al paso ligero del reloj y no temo a lo que ha de llegar. Porque te cuento: envejecer es mucho más que el hecho en sí; es caminar y crecer juntos, es aceptar todas y cada una de las etapas de la vida, es aprender a vencer obstáculos... Yo lo veo tan claro: ¡la realidad está repleta de aventuras de todo tipo, Peter!. Y yo quiero vivir todas esas edades y etapas, quiero aceptarlas y superarlas. Si me fuese contigo, con el tiempo podría llegar a olvidar cómo volar, porque perdería un pensamiento alegre grandioso... y entonces, ¿de qué me serviría estar atrapada en Nunca Jamás?.

Yo ya no pertenezco a los niños perdidos, hace tiempo logré encontrarme... y aunque mantenga dentro de mí a mi niña interior, no puedo irme contigo porque a día de hoy, volver a nuestro mundo de fantasía no sería un juego de tantos, sería anclarme y limitarme, ¿lo comprendes?.

Adiós, Peter; vuela muy feliz y muy alto, y algún día si te apetece vuelve a visitarme, no permitas que te olvide... recuerda que yo de vez en cuando, dejo la ventana abierta por si acaso.