miércoles, 7 de septiembre de 2011

Luz de luna

Ayer bajé con mi hermana a un chiringo chillout a pie de playa y allí me encontré a un amigo. Tejimos la tarde a risas, tomando un refresco y fumando unos cigarrillos. Y sin darnos cuenta y sin saber cómo, entre chistes, risas y comentarios de situaciones pasadas, se nos echó encima la noche.

En un momento dado, me quedé sola en la mesa y me evadí; vino una leve brisa fresca con olor a sal, y como para disfrutarla más, cerré mis ojos y tomé aire. Giré mi cabeza hacia la playa, mirando al mar, a la vez que abrí los ojos... vi la luz de la luna reflejada en el mar; un brillo intenso y plateado sobre el agua. De repente miré hacia el cielo y vi las estrellas, en ese momento respiré hondo.

Y tras quedarme en blanco -gran premio para las mentes que no dejan de pensar, procesar y ordenar información, pensamientos y recuerdos de todo aquello que ven, oyen, sienten y viven- tuve una sensación muy intensa de calma. Tuve un momento de regocijo; pensé lo maravilloso que es hallarse en un momento así, el estar vivo, vivir o estar viviendo después de tanta lucha, ansiedad y desasosiego... aunque a veces seamos inconscientes de ello.
Pensé que la felicidad es como ese momento: luces y reflejos plateados sobre un abismo de sombras y en medio de una oscuridad casi imponente. Me sentí a gusto aún estando sola, es cuando regresé a la realidad del momento. Vi de nuevo a mi hermana y a mi amigo sentarse conmigo, y si el momento fugaz de soledad fue agradable, el estar compartiendo la estampa en silencio con personas que quiero, lo hacía doblemente precioso y especial... ese sentimiento, esa laguna, ha sido lo más parecido a la felicidad consciente en estas últimas semanas.