Ayer soñé que estaba hablando unas horas con mi padre... aunque fuese un sueño, se me dibuja una sonrisa al recordarlo sano, sentado en un banco, bromeando, hablándome y compartiendo conmigo su tiempo. Eso no compensa en absoluto su ausencia, pero me enternece y me reconforta recordar su mejor versión.
Al despertar me di cuenta -sin dramas- la falta que me ha hecho todo este tiempo, y es que soy de la opinión de que a una madre y a un padre se los necesita siempre.
Hoy, os cuento, estuve todo el día con mi abuelo. Después de desayunar con él, le llevé por las calles del barrio donde crecí: hicimos una ruta de parques y nos sentamos a tomar el sol en diferentes bancos. Lo observé y me puse a pensar...
A veces, ¡la vida es tan perra!... después de los derroteros, de algunas décadas y en contra de la propia voluntad, una persona que era independiente de todos y de casi todo, pasa a necesitar a los mismos a los que jamás tuvo en cuenta, a esos a los que casi nunca ofreció ni un abrazo ni una conversación, ni un gesto de cariño. Me refiero a que venimos sin nada y siendo dependientes, y algunos se van en las mismas condiciones. La gran diferencia es que, en esta fase de la historia del mundo en la que todos -o casi- en general somos tan egoístas y vamos tan a la nuestra, cuidar a un crío que tiene toda la vida por delante es mucho más divertido y gratificante que cuidar y hacer compañía a un anciano.
Como os he dicho, un bebé viene a la vida y eso es alegre. Sin embargo, la vida de un anciano -o lo que resta- va a desembocar a un sólo destino y eso depara dolor para los que aún nos quedamos. Mirado así, es muy jodido... jodidamente triste y jodidamente egoísta, ¿no? (pensamos que si no lo vemos, no lo padeceremos tanto). Lo comprendo y es que yo también soy persona, aunque no lo comparta.
Como iba diciendo, paseando con mi abuelo materno, me he acordado de mi padre y se me ha encogido un poco el corazón pensando en él. Me han abordado varios pensamientos y entre ellos, uno muy poderoso, un anhelo imposible de realizar: ojalá hubiera tenido la oportunidad de ver envejecer a mi padre en los años venideros... poder pasear, celebrar mis logros y alegrías, bromear y reír con él. Y es que en estos tres años y medio, son muchas las cosas que no ha disfrutado mi padre.
No quiero ni pretendo deprimir a nadie, sólo estoy un poco melancólica. Lo único que me sorprende a día de hoy, es lo curiosa que llega a ser la vida, ¿no?; Unos -presuntamente- se van demasiado pronto "perdiéndose" alegrías que teóricamente les tocaba vivir y los que logran perdurar, nos dan la impresión de cargar con disgustos o tristezas que por ley natural, no les hubiese tocado sufrir. Por poneros un ejemplo para hacerme entender: mi padre jamás llegó a conocer ni a tener en brazos a su primera nieta (y está apunto de nacer la segunda) y mi abuelo, enterró a la menor de sus hijos cuando esta apenas tenía 32 años... La vida tiene cosas así de fuertes.
Al principio, esto sólo me ha entristecido. Después he reflexionado más a fondo y afortunadamente, he mirado a la vida "con ojos limpios" tras la tristeza del primer momento. Lo que saco en claro, es lo que siempre he sospechado: a pesar de algunas putadas, vivir es un regalo... ojalá todos sepamos aceptarlo con la mayor dignidad posible y el mayor agradecimiento.
¡Que tengáis una muy feliz semana santa! Disfrutad muchísimo de cada momento! ;)