domingo, 28 de marzo de 2010

¡Qué vida esta!

Ayer soñé que estaba hablando unas horas con mi padre... aunque fuese un sueño, se me dibuja una sonrisa al recordarlo sano, sentado en un banco, bromeando, hablándome y compartiendo conmigo su tiempo. Eso no compensa en absoluto su ausencia, pero me enternece y me reconforta recordar su mejor versión.
Al despertar me di cuenta -sin dramas- la falta que me ha hecho todo este tiempo, y es que soy de la opinión de que a una madre y a un padre se los necesita siempre.
Hoy, os cuento, estuve todo el día con mi abuelo. Después de desayunar con él, le llevé por las calles del barrio donde crecí: hicimos una ruta de parques y nos sentamos a tomar el sol en diferentes bancos. Lo observé y me puse a pensar...
A veces, ¡la vida es tan perra!... después de los derroteros, de algunas décadas y en contra de la propia voluntad, una persona que era independiente de todos y de casi todo, pasa a necesitar a los mismos a los que jamás tuvo en cuenta, a esos a los que casi nunca ofreció ni un abrazo ni una conversación, ni un gesto de cariño. Me refiero a que venimos sin nada y siendo dependientes, y algunos se van en las mismas condiciones. La gran diferencia es que, en esta fase de la historia del mundo en la que todos -o casi- en general somos tan egoístas y vamos tan a la nuestra, cuidar a un crío que tiene toda la vida por delante es mucho más divertido y gratificante que cuidar y hacer compañía a un anciano.
Como os he dicho, un bebé viene a la vida y eso es alegre. Sin embargo, la vida de un anciano -o lo que resta- va a desembocar a un sólo destino y eso depara dolor para los que aún nos quedamos. Mirado así, es muy jodido... jodidamente triste y jodidamente egoísta, ¿no? (pensamos que si no lo vemos, no lo padeceremos tanto). Lo comprendo y es que yo también soy persona, aunque no lo comparta.
Como iba diciendo, paseando con mi abuelo materno, me he acordado de mi padre y se me ha encogido un poco el corazón pensando en él. Me han abordado varios pensamientos y entre ellos, uno muy poderoso, un anhelo imposible de realizar: ojalá hubiera tenido la oportunidad de ver envejecer a mi padre en los años venideros... poder pasear, celebrar mis logros y alegrías, bromear y reír con él. Y es que en estos tres años y medio, son muchas las cosas que no ha disfrutado mi padre.
No quiero ni pretendo deprimir a nadie, sólo estoy un poco melancólica. Lo único que me sorprende a día de hoy, es lo curiosa que llega a ser la vida, ¿no?; Unos -presuntamente- se van demasiado pronto "perdiéndose" alegrías que teóricamente les tocaba vivir y los que logran perdurar, nos dan la impresión de cargar con disgustos o tristezas que por ley natural, no les hubiese tocado sufrir. Por poneros un ejemplo para hacerme entender: mi padre jamás llegó a conocer ni a tener en brazos a su primera nieta (y está apunto de nacer la segunda) y mi abuelo, enterró a la menor de sus hijos cuando esta apenas tenía 32 años... La vida tiene cosas así de fuertes.
Al principio, esto sólo me ha entristecido. Después he reflexionado más a fondo y afortunadamente, he mirado a la vida "con ojos limpios" tras la tristeza del primer momento. Lo que saco en claro, es lo que siempre he sospechado: a pesar de algunas putadas, vivir es un regalo... ojalá todos sepamos aceptarlo con la mayor dignidad posible y el mayor agradecimiento.

¡Que tengáis una muy feliz semana santa! Disfrutad muchísimo de cada momento! ;)