jueves, 25 de agosto de 2011

Quererte a gritos, en silencio...

Desde que te conocí, siempre he pensado en ti como alguien muy especial pero inalcanzable, alguien con quien soñar… A partir de aquella vez que te cruzaste en mi vida casi de casualidad y de puntillas, estuve deseando volver a compartir contigo más noches, más palabras, más cosas… y ¿sabes? Hay que tener mucho cuidado cuando una pide al vacío, te lo tengo dicho: a veces los deseos se ven cumplidos.

Una vez eso se dio, comenzamos a hablarnos, a escucharnos, compartir lo cotidiano, y noté cómo casi ponías patas arriba todo lo que pensaba y parte de lo que sentía. Y comencé a sentirme alegre tan sólo con tu presencia, incluso aún estando en silencio varios minutos en el teléfono, o hablando horas de cosas sin sentido… De siempre, siento que puedo y quiero confiar plenamente en ti... ¡y ni te conozco!, ¿o sí?.

La ilusión por conocerte aún más y la confianza que me haces tenerte, se hacía cada día más fuerte; te siento una gran persona y quiero que te quedes. Me siento capaz de regalarte muchas risas cada día. Lo sé, es un poco demencial; en verdad, apenas te conozco, pero yo siento aquí dentro que sí. Me hago la loca tratando de disimular esta locura que se desata dentro de mí cuando te pienso o te siento cerca, y eso me vuelve más loca aún... no sé cómo hacerte saber que me encantas casi desde el primer día que te conocí (¡y suerte! porque yo no suelo dar credibilidad a los “flechazos” ni cosas así).

Llevaba unas semanas, que me preocupaba más por ti que por mi propia vida; deseaba que tuvieras tiempo para hablar, pedía que a ti te entrasen ganas de estar conmigo, y esperaba que no tuvieras nada más que hacer. Pero, a diferencia de lo que puedas pensar, estoy de vuelta en mi vida; Soy consciente de que una persona no puede comprometerse ni a los demás ni a los proyectos propios (ni ajenos), si no sabe cumplir sus propias promesas, y me debo una a mí misma, y es hacer digna e independiente mi vida. Eso no significa que no seas importante para mí o que no me importes. ¡Más al contrario! Créeme que te quiero con todas mis fuerzas, ¡pero también con tantas luchas!... y quiero simplificar mi vida; no quisiera complicármela sin antes haberla resuelto un poco, y menos aún deseo complicártela a ti.

Hoy sólo sé que quiero seguir conociéndote y seguir compartiendo nuestros días de esta forma, es lo más honesto... sin prisas, con paso firme, con individualidades compartidas, sin mentiras ni simulacros, sin obligaciones hacia la otra, sin dar nada por hecho… Porque me gusta quien eres indiferentemente de que estés conmigo o no y porque me gusta ser como soy. Y porque no nos pedimos nada, sólo estamos ahí y la otra lo sabe. Creo que querer a alguien de esta manera, es una de las mejores; sin reproches, sin demandas ni exigencias, sin límites ni dramas, sin trampas ni chantajes emocionales.

Ojalá algún día me quisieras de esta forma, porque significaría que me quieres de un modo constructivo que te llenaría como a mí y no te haría sufrir innecesariamente. Perdóname si soy demasiado madura en mis palabras, pero no quiero hacerme más daño con falsas ilusiones y con promesas que jamás se cumplen; no quiero cometer los mismos errores. Ahora mismo soy la persona que siempre he querido ser, y veo el mundo con un punto de vista distinto al de antes y ahora soy una mujer con todo un mundo que ofrecer.

Gracias por ser como eres, por ser especial e importante para mí; por haberme hecho sentir tan libre estando en tu compañía, que podía permitirme el lujo de ser la persona que soy, sin condiciones ni restricciones. La verdad, tú te mereces todo lo bueno y más; a tu lado me sentía muy útil, lo era más de lo que nunca lo he sido. Tú me has hecho sentir un poco más persona -sí, aún más- de lo que nunca seré… Por todo esto y más cosas que aún me callo, te quiero… y quiero agradecerte más que nunca, lo que significas para mí y que aparecieras en mi vida aportando tanto sin esperar nada a cambio, porque fui un poco más feliz desde que te conocí a ti (que jamás llegue a estar contigo, es indiferente). Gracias por haber compartido conmigo tantos momentos: tus sorpresas, tu voz dulce y suave, tus risas, tus ideas, tus silencios, tu mirada… por enseñarme, aunque cueste tanto, a aceptar tu ausencia, aunque anhele y eche tanto de menos toda tu persona.