viernes, 29 de enero de 2010

Hasta pronto


Quedaban apenas unos días para que tocase a su fin el viaje a Alicante... ¡y de qué manera lo hizo!. Si las semanas anteriores había sido un sueño muy lleno de risas y buen rollo, tocaba empezar a despertar, pero es que el sueño se tiñó de pesadilla los dos últimos días. El 12 de Enero, falleció Rubén, el padre de Adry.

Me impactó muchísimo, yo al menos no lo esperaba y más aún, cuando Adry me llamó llorando informándome de la mala noticia. Me quedé sin saber qué hacer, pero en cuanto reaccioné, salí a toda prisa a casa de Sara, y fuimos al tanatorio.

Al encontrarme con Adry de frente, no supe qué decirle, me abracé a él y a su madre (¡ojalá hubiese tenido unas palabras que les sirviera!). Opté por el silencio, y es que a veces, la ausencia de palabras es la mejor declaración de respeto y duelo, más aún cuando se quieren esquivar frases que suelen decirse en esos casos.

Habiendo pasado exactamente por lo mismo hace 3 años, ¡y no supe qué decir!. Me dolía profundamente ver a mi amigo en las mismas que me vi yo tiempo anterior y saber a ciencia cierta por lo que estaba pasando, sintiendo o pensando... hay tantos paralelismos en nuestras vidas y ahora habría otro más, más jodido que las otras situaciones. La empatía me tenía cogida la voz y se me encogía el corazón al ver el dolor en personas tan buenas, personas que me han tratado como a una más y que siempre me lo dieron todo. Siendo así, no es extraño que los sienta mi familia... parte de mi familia alicantina.

Aquella primera noche fue muy especial; Adry se me acurrucó y apoyó su cabeza sobre mi pierna como si se tratase de una almohada, y yo no dejé de abrigarlo y acariciarle la cabeza toda la noche mientras él dormía. Miraba dormir a mi amigo, a mi niño y sintiendo una ternura descomunal, comencé a recordar desde que lo conocí hasta el día presente. Y es que Adry, además de una persona maravillosa y mi mejor amigo, es en mi vida un gran compañero; siempre ha estado ahí cuando le necesité para apoyarme, para abrazarme y secarme las lágrimas y de la misma manera, también ha estado ahí para ser partícipe de mis risas, mis proyectos, mis alegrías y mis buenos momentos.

La segunda noche, Adry me recordó mucho a mí, en gestos y acciones, sobretodo porque estuvo casi toda la noche observando a su padre, supongo que empezaba a ser consciente de que no lo vería más, aunque no se lo pudiera creer del todo... y es que a la mente le cuesta desarraigarse. A la mañana siguiente, dio lugar el funeral... Las palabras por parte de Dámaris, dedicadas a la vida de su hermano Rubén, fueron preciosas y muy emotivas.

Justo acabar la ceremonia, me despedí de toda la familia y me fui a Alicante capital. Pasé por casa de Sara, para despedirme de Lumi y me tomé un café con ella, hablando de la vida, de los valores, la familia y cosas así de trascendentes. Con el tiempo justo pisándome los talones, me fui a casa a hacer la maleta porque en unas horas salía mi tren hacia Barcelona.

Y, en fin... me subí a ese tren, y pasó factura un poquito todo: los dos días sin casi dormir, la pena y el lloriqueo por el disgusto, el cansancio y la tristeza por irme... Lo que más me pesa, es estar lejos de Adry en estos momentos tan delicados.

Para rematar, el Euromed se paró en Tarragona y tuvimos que seguir el camino en bus. Llegamos a Barcelona Sants cuatro horas y media más tarde de lo previsto... para olvidar, sinceramente.