
En mi vida, ALICANTE siempre ha sido y es sinónimo de mil cosas bonitas… la lista es interminable; empieza por el tiempo y las risas compartidas hace ya tiempo, pasando por días compartidos que escaparon al reloj con tranquilidad y con prisa, el cariño y la buena gente con la que di… y esta última vez, desafortunadamente, también pasa por algún disgusto imprevisto. Aún así, no voy a parar hasta volver a vivir allí y poder quedarme, por fin.
Y es que son muchas las cosas que he vivido allí y que me han llenado de una manera plena.
De este último viaje, cabe destacar las sobremesas con mis alicantinos que han sido muy especiales: El 49 cumpleaños del padre de Adry (que comí con ellos aquel día); Tantísimas tardes de cafés y patatas Ruffles Jamón Jamón, el día de la paella y la noche del roscón de Reyes en casa de Sara (no, no me tragué la aba y menos aún por no pagarlo y ser catalana jajajajaj ¡sóis lo peor!); La tarta de chocolate cuando los cuatro nos quedamos a dormir en casa de la abuela y esas partidas de Mario Party 8 con la Wii y los minijuegos (sobretodo los minijuegos, porque claro, si se trataba de dar un buen meneo al mando durante medio minuto y uno encima tiene ese tipo de habilidad y práctica… así cualquiera te ganaba, ¿eh, Adry? Jajaja. No puedo dejar de recordar la cara de mañoso que ponía Adry dándole caña al mando como si fuera parte de sí mismo… ¡puto Adry! Jajajaja ¡qué risa, qué bueno fue!... Por cierto, el novio de Isa lo lleva claro jajajajajaja).
Hubo un momento también muy chulo que fue la escapada nocturna a la muralla del castillo de Santa Bárbara con Lavi; ¡¡Dios mío, arreglamos el país en hora y pico!!, ¿por qué el Gobierno dice que le llevará años? ¿por qué le cuesta tanto? Qué poco interés ponen.
Y como he dicho, todo lo demás transcurrió con tranquilidad; el empacho por comer varios días roscón de nata, quedar a tomar algo (pero en sitios que no te tiren la coca-cola por encima como la primera noche, a poder ser), el inexistente paseo por la Explanada (tal y como fuimos -Sara, Iván y yo-, volvimos… ¡no había aparcamiento! Si vais a imitar el plan de aparcamientos de Barcelona, yo no juego, ¿eh? jajajajaj), los relevos con Iván en casa de Sara (porque ya lo sabes, que cuando tú vas, yo vengo y viceversa, porque como no nos aguantamos, no debemos coincidir jajaja) y las escapadas a la piscina con Bea (que no ha evitado que engorde lo mío esas últimas 5 semanas jajaja).
Y lo que me sorprendió de veras, fue que por primera vez pude comprobar que en Alicante también es posible que haga un frío similar o igual al de Barcelona (aunque sólo les dura día y medio… pero se pasan semanas rememorándolo y temblando jajaja) y aunque es curioso, ver llover en Alicante fue algo precioso, porque no debes olvidarlo, Sara: “¡Qué bonita es la lluvia en Alicante, cuando en Barcelona me da tanto asco!” Jajajajaja ¡Menuda manera de llover aquel día! (pero como era en Alicante… sarna con gusto, no pica).
En fin me supo a poco… y es que casi tres semanas pasaron como si de cinco días se tratase. Y tras tanta alegría, la vida puso su libra y equilibró su balanza (jamás sabremos si era el momento o no, para bien y/o para mal), y aunque siempre que me ausentaba de Alicante me iba algo melancólica, esta vez me volví a Barcelona con una de las penas y tristezas más grandes que he vivido…
Pero eso es ya, otra historia…