miércoles, 16 de junio de 2010

Miedo

Hace tiempo -desde mis 19- comencé a vivir sin miedo, sin la amenaza de una vida a medias, ajena al mundo. Creo que eso es lo que me ha permitido vivir, vivir de verdad; sin abusar de noches insomnes en soledad, sin temores que me consuman en silencio, y sin silencios que acaben siendo gritos en mi interior.
Y es que he aprendido que hay que tratar de ser feliz en lugar de no hacer nada por conseguirlo y estar todo el día invocando a la felicidad a modo de deseo o queja.
Y después está, ese gran enemigo, esa tijera capaz de cortar nuestras alas: el miedo. Cuando cedemos a nuestros temores, no sólo dejamos de avanzar, estamos poniendo freno a nuestra felicidad... todo por el puñetero miedo. Miedo al dolor, al ridículo, al fracaso, al rechazo, a la inseguridad del cambio, a la pérdida de quienes queremos, a la muerte y a mil cosas más.
¿Y sabéis? yo ya no tengo miedo a casi nada porque ya han pasado muchas de las cosas que me aterrorizaban y porque una de las pocas cosas que me asusta ahora, es que mi vida sea más de los demás que mía o que me pasen cosas que no sean resultado de mis acciones... eso me angustiaría de una manera brutal. Es por eso que pienso que lo peor que le puede pasar a una persona es tener miedo, me refiero a tener miedo a vivir (debe ser horrible posponer la vida para más adelante), yo he llegado a comprender que no siempre es posible saldar las cuentas pendientes en las condiciones que deseamos, y que a veces no acontecen segundas oportunidades. Es por eso que creo en la importancia de ser consciente -de una manera sana- que puede no haber un mañana y sencillamente, trato de ser feliz hoy.
Ni cadenas, ni muros, ni alas rotas, ni silencios... si uno no se arriesga, si uno no apuesta corriendo el riesgo de perder, tampoco puede optar a ganar.
Hay momentos en los que hay que atravesar la línea, tomar decisiones, y es en ese segundo de determinación donde hacemos girar, avanzar y cambiar nuestra vida. El miedo nos paraliza, nos despoja de nuestra esencia para luego atraparnos en un rincón con una engañosa promesa de protección, apartándonos de lo que en verdad es la vida. Nuestro miedo derrama "la tinta" -la oportunidad- que tenemos para narrar nuestra propia historia tal y como queremos y anhelamos escribirla... ¡hay que vivirla de frente y no soltar el boli jamás!.
Es curioso, porque cuando más he logrado acertar en mi vida, ha sido cuando más he ignorado miedos y temores que tenía... cuando menos me ha preocupado el equivocarme.