
Estoy feliz… me doy cuenta que para sentirme así no necesariamente tiene que irme todo a las mil maravillas. Hace un mes me sentía confundida, algo perdida...
Y sin embargo, mi rutina ofrece cambios y aunque no logro coronar mi objetivo principal, mi vida diaria cambia de forma activa; comienza a escasearme el tiempo durante el día, indicativo de que debo organizarme porque hay mucho por hacer o que lo que hago, me ocupa bastante tiempo… y las horas se ponen el abrigo de la utilidad, se presentan constructivas.
Mi felicidad se fundamenta en el gran margen de mejora y de cambio, la sensación de que todo puede nuevamente ir a más… y eso me motiva, y al incrementarse mi motivación, también lo hace mi alegría, cuando mi conciencia me manda el mensaje de que soy capaz de cambiar -lo consiga o no- lo que no me gusta.
Empiezo a disfrutar de la lucha del camino, porque aunque avanzo y a veces llego, más adelante sigue habiendo decisiones y direcciones que tomar, destinos a los que llegar… Y esos destinos se transforman en origen justo al alcanzar la meta: así vuelve a comenzar de nuevo otro camino.
La Felicidad es la certeza de no estar perdido. Todo sigue, todo avanza, todo cambia y se transforma… incluso yo.